De sueños y desafíos: Mi experiencia como inmigrante en los Estados Unidos

Noé Tobias

    Una experiencia llena de historias, algo que nunca en la vida pensaste que vivirías y que te cambia la forma de ser en un centenar de cosas que con el tiempo a veces extrañas. De un día para otro la vida te puede cambiar tu destino en tan solo un parpadeo y la verdad es que pocos nos damos cuenta de que en realidad no todo es lo que parece y que a veces no todo está bien.

Sin embargo, al final del día también sabemos que dentro de todo siempre hay algo bueno y seguimos adelante. Esto es un desafío que muchos enfrentamos y que con ayuda de Dios y con mucha suerte algunos logramos pasar para así poder lograr nuestros sueños.

Hoy en día sigo siendo un inmigrante que llegó a Estados Unidos con metas y sueños en mente y con gran gratitud a Dios y las personas que me ayudaron a llegar hasta aquí. La historia de muchos y la historia mía es casi la misma para todo aquel que es inmigrante sin importar quién y de donde sea, todos tuvimos que vivir una travesía desalentadora y para otros que no pudieron lograrlo tal vez ya no están o con suerte regresaron decepcionadamente a donde son. A la vez no solo es desalentador para el inmigrante sino también para todos los familiares con los que cada uno cuenta. Pues emigrar de tu país a un lugar que no sabes lo que te depara el destino es muy difícil en muchos sentidos y aunque no lo parezca a veces pero tristemente es la realidad que se vive. Por otro lado todos aquellos que si logran llegar ahora pueden vivir una vida mejor que la de antes. Ahora su propósito es cumplir sus sueños y generar nuevas oportunidades a sus hijos, ayudar económicamente a la familia que quedó atrás y seguir adelante sin mas nada valoran lo que han logrado y se superan a sí mismos para que las futuras generaciones no deban pasar por lo mismo y hasta entonces que todo sea diferente. 

10 de Febrero de 2019 un domingo a las 7:00 am fue la fecha y hora del día en que mi padre y yo partimos para emigrar hacia Estados Unidos. Con lágrimas entre los ojos y preocupación constante pero sobre todo con mucha fe nuestros familiares se despedían de nosotros. Pues es difícil ya que ambos sabíamos que podíamos no regresar o mejor dicho sería la última vez que estaríamos juntos. El año empezaba y apenas habíamos pasado la navidad del año anterior y yo solo tenía doce años. En mi familia no éramos muchos pues solo contaba con mi abuelo, dos tías que en mi vida han sido como mis madres e abuelas, un tío quien conocí cuando llegué aquí, mi papá que solo tenía tres años de convivir con él ya que el resto de mi vida no vivimos juntos y algunos primos quienes fueron como los hermanos que nunca tuve. En fin, me despedí de ellos y también de algunos amigos del colegio y recuerdo que las clases iniciaban en esas fechas y pues yo no estaba seguro de si inscribirme en el colegio o no, ya que el viaje estaba planeado pero no asegurado. Al final decidí ir pero como siempre si se hizo el viaje solo tuve la oportunidad de asistir al primer día de clases. Realmente si me hubiera gustado seguir estudiando con mis compañeros de la infancia pero en fin la decisión ya estaba tomada y había llegado el día de salir y buscar nuevos rumbos.

Mi nacionalidad como tal es Hondureña, así que para llegar a cumplir nuestras metas a mi padre y yo nos esperaba el desafío de cruzar tres fronteras. Salir de Honduras fue lo más fácil, el mismo idioma, misma moneda, e incluso la misma gastronomía porque al final todo esto sería parte de nuestro desafío. La comida, las costumbres y entre otras cosas eran cosas que teníamos que descubrir dentro de otro país diferente al nuestro. Pues normalmente uno está acostumbrado a lo de siempre, a lo que sueles vivir en el lugar de donde siempre has sido. Pero al salir a nuevos horizontes te encuentras con otras culturas, cosas diferentes a las que debes adaptarte si quieres estar bien. Saliendo de Honduras todo fue fácil y aunque pasamos por lugares que no conocíamos o al menos yo no conocía ciertos lugares no fue difícil salir del país. Sin embargo durante el viaje no sólo íbamos nosotros, también nos encontramos con nuevas personas quienes también llevaban la misma meta que nosotros. Eran desconocidos pero del mismo país aunque de distintas partes. Ellos eran amigables y al igual que nosotros convivimos durante el viaje y tratamos de ayudarnos entre todos. Recuerdo que venían una pareja con su hijo de apenas un año y además venía otro muchacho con su hija de 4 años, además una mujer con su hija y su sobrina juntas y por último un adolecente de 17 años. En total éramos un grupo de 11 además de el guía que nos traía de frontera en frontera. 

En fin, cayó la noche y nosotros estábamos llegando a la primera frontera, Honduras y Guatemala. Lo primero que nos pidieron fue que cambiaramos el dinero, pues lo íbamos a necesitar ya que en Guatemala la moneda es el Quetzal y en Honduras es el Lempira por lo tanto era necesario cambiar el dinero con el que contábamos. Durante eso me di cuenta que en las fronteras existen personas que se dedican a eso. Cambian el dinero de la gente que pasa por ahí y seguramente ganan algo a cambio. Como la noche ya estaba sobre nosotros el guía nos había indicado que debíamos conseguir un hotel para pasar la noche y continuar viaje a la mañana siguiente. Así que enseguida nos dirigimos a un hotel para cenar y luego descansar. Para mi esa fue la primera vez que estaba tan lejos de mi hogar así que no era tan cómodo del todo. El sol salió y nosotros ya estábamos despertándonos para desayunar y luego continuar el viaje.

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